22 sept 2012

Mi Camino de Santiago. Etapa 8. Sambreixo de Parga - Santiago


MI CAMINO DE SANTIAGO EN BICICLETA: LA RUTA NORTE (Bilbao-Santiago de Compostela)
1 al 8 de septiembre de 2012


DÍA 8.  Sambreixo de Parga – Santiago de Compostela


Experiencia catártica o aventurilla simpática. He ahí la cuestión. Esas son las dos definiciones que me habían espetado desde dos puntos de vista diferentes, y visto desde dentro después de una semana, yo diría que la primera es más acertada.

El último día fue, creo, el que más y mejor me integré en el Camino. Dios me regaló con que, por primera vez desde la jornada 1, no me doliera el culo y pudiera pedalear más o menos con normalidad.

La noche en el albergue privado de Sambreixo de Parga no fue buena ya que, a pesar de las magníficas condiciones que tiene, el calor de ese día hizo que por la noche hubiera mosquitos de los que no hubo modo de librarse, salvo tapándose uno con el edredón, imaginaos la sudada.

En fin, mal que bien pudimos descansar y disfrutar de un buen desayuno en el que no faltaba de nada: buen café caliente, un par de sobaos y un zumo de brick, pequeño, pero al menos había.

Monté sin dificultad mi fiel compañera de viaje, engrasé su cadena por última vez y partí con el frescor de las 8 y veinte de la mañana, que era bastante. La ropa estaba ligeramente húmeda pero no demasiado. Tanto el día anterior como éste, acertadamente, decidí no llevar camiseta interior porque se anunció calor.

Para mi sorpresa, la extremadamente cariñosa perra “Sua” salió conmigo, acompañándome durante la primera parte de mi recorrido. Al principio me hizo gracia, pero luego vi que podía ser un problema si no se daba la vuelta. Al cabo de un rato alcanzamos al también madrugador Roger, un simpático peregrino a pie catalán con quien había confraternizado la víspera compartiendo una frugal cena a base de conservas, pan arrugado y biscotes. Él había iniciado su marcha habiendo madrugado aún más que yo, y  habíamos llegado a su altura. Nos volvimos a saludar y a desear suerte, comentamos con curiosidad el caso de Sua y yo supuse que se quedaría un poco con él, pero ¡no! Vino nuevamente tras de mí al galope, así que paré e hice un amago de lanzarle un objeto, una piña creo. ¡Llevábamos 2,7 kilómetros recorridos! En fin, ahí acabó la historia con Sua.

Como decía antes, esta última etapa fue la que más disfruté. El día lo permitía. Era pronto, el sol apenas intentaba abrirse paso por entre la bruma, enseguida aparecieron los mojones y las conchas para guiarme… sólo había que dejarse llevar. Sí había una dificultad montañosa antes de la población de Sobrado Dos Monxes como aprieto más relevante, pero entre que iba por senderos, veredas y caminos muy variados, con muchos cambios de piso, y también había zonas llanas que se combinaban con otras más exigentes en las que había que bajar, no se me hizo nada pesado.

Iba fluyendo por entre bosques, caminos pedregosos, pequeñas poblaciones (¡el Camino a veces entra casi hasta en las mismas casas!), y yo me sentía realmente bien, feliz e integrado en la naturaleza. Aunque suene ñoño, he visto todo tipo de animales y oído cánticos de pájaros que desconocía. Desde graznidos de cuervos y urracas, bastante abundantes por cierto, hasta los más preciosos gorjeos. He visto cabritillos y terneritos, cerdos de formas curiosísimas. Perros hostiles –pocos- y otros tranquilos, seguramente acostumbrados al trasiego continuado de esos seres ataviados con llamativos colores llamados humanos. He visto una ardilla parada, de pie sobre sus patas traseras, en mitad de la pista por la que circulaba y que, tras yo parar, me regaló unos preciosos instantes de contemplación antes de que corriera a cobijarse en un tronco cercano. He visto y estado de recoger un pájaro parado en plena carretera, aparentemente doliente, y que echó a volar para mi alegría cuando mis enguantadas manos estaban a apenas diez centímetros de cogerlo. He sentido, en fin, olores y sonidos que estaban olvidados.

Por lo demás, fue un día en el que la emoción me embargó ya desde por la mañana. Las respuestas a la pregunta ya las tenía. El Camino me había atrapado. Ya sólo me faltaba liberar toda esa emoción a mi llegada a Santiago, que fue a las 5 y diez de la tarde. Más allá de las fotos de rigor, del momento del abrazo a la figura del Santo, la contemplación de su tumba y la oración en la Catedral, son momentos íntimos que dan validez y sentido a esta arriesgada apuesta.

Y nada más, amigos. Gracias por escucharme y perdón si os he aburrido más de la cuenta. Creo que volveré. No sé cuándo ni por dónde, pero volveré.

Santiago de Compostela, 9 de septiembre de 2012


EL DÍA EN CIFRAS:

TOTAL KILÓMETROS DÍA: 92,62

TIEMPO INVERTIDO (Sin contar paradas): 6 h.55’35”

VEL. MEDIA: 13,37 km/h 

TIEMPO TOTAL INCLUYENDO PARADAS:  8 h. 50’

KILÓMETROS TOTALES: 705,67













TIEMPO TOTAL EMPLEADO EN EL CAMINO …  52 h. 44’

Velocidad media … 13,38 km/h

6h. 35’ de media diaria de pedaleo.

88,2 km. recorridos de media al día.


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Hay otras fotos que por pudor no me atreví a sacar: una pareja de ancianos sentados en un banco junto al portal de su casa (tramo de Naves), viendo marchitarse la vida, ella con los ojos cerrados y él con la cabeza gacha bajo su sombrero, o esa otra de un labriego cortando hierba con su guadaña, en una estampa bellísima a mi parecer.


Agradecimientos:

-     A Tomás Sánchez, por escribir la crónica de este Camino, crónica que me llevé junto con la Guía de Carlos Mencos e iba consultando día a día, sirviéndome de gran orientación.
-    A Esteban Laguna, por prestarme su fabulosa parrilla y sus no tan fabulosas alforjas, que creo que he echado a perder definitivamente.
-     A mi familia, sobre todo a mi mujer Pili, sin cuya paciencia y comprensión para conmigo no hubiera podido realizar este sueño.
-     A mis hijos, porque este viaje nos servirá para unirnos más.
-     A mi tío Edu, que siempre está ahí para enseñarme dónde está el verdadero Camino.
-  A mis amigos y hermanos, por no dejar que me sintiera solo ni un solo día, prestándome su incondicional respeto y apoyo, además de por sus ánimos.
-     Y a todos vosotros que me leéis, por considerar interesante este humilde testimonio.

Santiago, 9 de septiembre de 2.012


Las respuestas a la pregunta de por qué hago el Camino no son las mismas para todos. Cada uno debe encontrar su propia respuesta. Yo creo que tengo la mía, y estoy agradecido por ello.




Y DE LOS DINEROS… ¿Qué?


RESUMEN
ALIMENTACIÓN
275,63 €
RECAMBIOS Y ACCESORIOS
189,64 €
HOSPEDAJE
127,00 €
TRASLADOS, BILLETES Y PORTES
99,70 €
PRENDAS DE VESTIR
74,85 €
MANO DE OBRA TALLER
63,40 €
MUÑEQUERA Y TAPONES OÍDOS
22,59 €
COMPRAS NO NECESARIAMENTE
265,65 €
  IMPRESCINDIBLES
TOTAL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
1.118,46 €



NOTAS.-

RECAMBIOS Y ACCESORIOS:
Iluminación, pletinas para los pedales, 2 cubiertas nuevas, cuenta-km, portabidón 2º, saco de dormir, 2 cámaras, cadena nueva, parches, bolsa portadocumentos.
Guía del Camino del Norte.
Aceite para la cadena.
Tornillos para la parrilla.

MANO DE OBRA TALLER:
Instalación parrilla, revisión bici y accesorios. Cambio de cadena y de sirga freno delantero. Ajuste de los frenos y del cambio. Sustitución de los neumáticos.

HOSPEDAJE:
Albergues ……………………..        15€
Albergues privados / hostales …       37€
Hoteles ………………………...       75€

TRASLADOS, BILLETES Y PORTES
Billete RENFE Santiago – Bilbao:      48,70€
Porte bici por SEUR …………….    47,00€
(Resto pasajes barco, autobús urbano)

PRENDAS:
Chubasquero Spiuk ………………   55€
Camiseta térmica …………………  20€

COMPRAS NO NECESARIAMENTE IMPRESCINDIBLES:
Cámara de fotos + tarj. memoria… 115€
Zapatillas bici MTB ……………..    78€
Manguitos ………………………..   29€
Regalos para familiares y amigos ..    23€
Camiseta conmemorativa ………...   13€
Libro y periódico para el viaje ……    8€





Mi Camino de Santiago. Etapa 7. Lourenzá - Sambreixo de Parga


MI CAMINO DE SANTIAGO EN BICICLETA: LA RUTA NORTE (Bilbao-Santiago de Compostela)
1 al 8 de septiembre de 2012



DÍA 7.  Lourenzá – Sambreixo de Parga


Había que salir con tiempo, ya que el día se preveía largo, con cuestas duras. Dormí fantásticamente bien, y estuve peleándome y cogiendo mi primera sudad del día tratando de meter el saco de dormir en su funda. Hecho esto, la liturgia de guardar cada cosa en su sitio lleva tiempo, así que siempre se me hacen las 8 y media. Busqué un buen bar en Lourenzá para desayunar, con tostadas con mantequilla y mermelada, zumo de naranja y café con leche grande. Por cierto, un gran descubrimiento: los zumos “Pago”. A falta de zumo de naranja natural, son los zumos de naranja con menor gusto a prefabricado que he probado. ¡Muy buenos! Lástima que por aquí no los hay. Y, a todo esto, los problemas con la falta de apetito parecían haber desaparecido. ¡Bien!

Partimos de Lourenzá por una carretera en continua pendiente al 5,6% que dura 2,5 kilómetros. Llegados a un punto del alto, el Camino permite el discurrir de bicicletas, si bien los caminos son muy variables, habiendo de todo: zonas empedradas, caminos de grava, hojarasca, zonas con tierra… de todos modos, yo estaba disfrutando sin tener en cuenta el tiempo que empleaba, que era mucho.

La dificultad más grande del día estaba al salir de Mondoñedo. A partir de aquí, se preveía un puerto de 9 kilómetros con un desnivel de 450 metros (media del 5%), si bien era irregular, alternando descansos con rampas duras en las que me tenía que bajar. Iba mentalizado a pasar dos horas si hacía falta, estaba disfrutando del fenomenal día que hacía. Por lo demás, espectacular. Los paisajes, los sonidos del bosque, el escasísimo por no decir casi nulo tráfico, los saludos y las ayudas de los lugareños cuando les preguntabas (y a veces in hacerlo, cuando te veían despistado…).

El puerto se terminaba en un punto determinado para los caminantes, y para los ciclistas la guía recomendaba seguir por carretera hasta la intersección con la N-634, lo cual me procuró una propina de unos 2 o 3 kilómetros de puerto.

Por fin, acabada la dificultad montañosa más importante de la jornada, ya era cosa de dejarse llevar. Alternaba tramos por el Camino oficial para no perderme el “sabor” del  mismo con otros de carretera, sobre todo cuando veía una razonable bajada en rampa que me podía ahorrar entre medio y un kilómetro sin hacer esfuerzo. Comencé intentándolo, pero desistí al ver que iba a ser demasiado pesado.

Me acuerdo que en Gontán paré a comprar fruta ya que el día anterior me había apetecido mucho y podía ser un buen tentempié para aguantar la jornada. Bien, pues me compré un melón entero (no lo vendían por trozos), una pera, un melocotón y un Aquarius. Di buena cuenta de casi medio melón junto con el resto de la fruta. ¿Y ahora qué hago con el medio melón que me sobra? Pues como pesa mucho no podía llevarlo conmigo, así que decidí llevarlo hasta que encontrara a alguien haciendo el Camino a quien le pudiera venir bien. Así fue, en un pintoresco puente vi a dos chicas extranjeras con las que más o menos me hice entender (llevaba las frases pensadas: I can’t eat more, It’s too heavy to carry, It’s good!...) Las dejé pensando, una vez endosado el medio melón, y me fui.


EL DÍA EN CIFRAS:

TOTAL KILÓMETROS DÍA: 77,55

TIEMPO INVERTIDO (Sin contar paradas): 7 h.11’58”

VEL. MEDIA: 10,77 km/h  ¡Vaya desastre!

TIEMPO TOTAL INCLUYENDO PARADAS:  9 h. 50’

KILÓMETROS TOTALES: 613,3



















Mi Camino de Santiago. Etapa 6. Luarca - Lourenzá


MI CAMINO DE SANTIAGO EN BICICLETA: LA RUTA NORTE (Bilbao-Santiago de Compostela)
1 al 8 de septiembre de 2012


DÍA 6.  Luarca – Lourenzá


¡Por fin he dormido bien! Unas 7 horitas, pero buenas. Eran las 6 cuando me desperté, y desde entonces hasta las 8 (bueno, me hice un poco el remolón en la cama) estuve organizando todo el tenderete que había montado en la habitación: ropa tendida de ganchos elásticos (aún húmeda), meter todo en sus bolsas y cargar la bici. Tuve que ajustarme también la cala izquierda, que aún no estaba a mi gusto.

Seguidamente fui a desayunar al mismo bar del hotel. Pedí mi desayuno perfecto: zumo de naranja natural, café con leche en vaso y croissant (aunque hubiera sido más perfecto a la plancha, con mantequilla y mermelada). Para mi preocupación, constaté que a duras penas pude terminarlo.

La etapa empezó teniendo que salir de Luarca-centro por un cuestón que sólo pude hacer a pie. Fui por Camino-Camino hasta cruzarme nuevamente con la N-634, por la que decidí continuar ya que la guía marcaba muchas entradas y salidas de la carretera. Eran unos buenos kilómetros, llanos en su entrada en Navia, que me vendrían bien.

En Navia (pueblo bonito a medias, y además afectado por un nauseabundo olor proveniente de una fábrica cercana) me recibió el sonido de unas campanas que repicaban al compás del “Asturias patria querida”; curioso pero cierto. A la salida, se vuelve a repetir un poco la misma rutina que vengo siguiendo casi siempre: parto por el Camino, pero en cuanto lo veo crudo me voy a la carretera. En este punto se circula bien, ya que al estar abierto el tramo de autovía coincidente se nota el alivio en la general antigua, y se agradece mucho.

En una población llamada Porcía se separan dos rutas alternativas. Ambas te llevan a Ribadeo. Yo escogí la recomendada, más corta y que no iba por la costa, aunque sabía que esta última discurría por unos paisajes espectaculares en la zona de Tapia de Casariego. Resultó que durante algún tramo, la variante que yo escogí llevaba por un camino pedregoso, y voy yendo ya con la mosca detrás de la oreja cada vez que tengo que ir por sitios así: pienso que se va a descuajeringar algo, particularmente de las alforjas, que las tengo que llevar amarradas con pulpos para que no se metan entre los radios.

Pues dicho y hecho. De repente, uno de los tornillos que anclan la parrilla en su parte inferior, desapareció. Y con ello, una alforja se metió entre los radios y tuve que parar. ¿Qué hago yo ahora? Pues casualidad –yo lo atribuí al mismísimo Dios que estaba allí para socorrerme- llevaba en la bolsa del manillar un tornillo con su tuerca correspondiente que valía perfectamente; me lo había dejado el chico de Decathlon que hizo la instalación de la parrilla. De hecho, dejó otros dos más, que cuando los vi no quise sacar de ahí “por si acaso”.

Pues el por si acaso ocurrió. Poco después, quién sabe si aflojados por el zarandeo anterior, la parrilla con todo lo que había montado sobre ella basculó de golpe hacia atrás y empezó a arrastrarse violentamente: ¡¡¡BRRRRRR!!! Había perdido los dos tornillos superiores del anclaje. Pues creedme que no estoy mintiendo, utilicé los dos tornillos que guardaba en la bolsa. Hacían rosca estupendamente en el cuadro. No voy a hacer interpretaciones, las guardo para mí.

Con todo, cuando llegué a Ribadeo paré en una tienda de bicis (por cierto, muy a la vista nada más entrar) a hacer acopio de más tornillos, por si acaso, además de unas bridas de plástico. Antes, paré en un pueblecito de los últimos de Asturias, en una tienda de ultramarinos. Aquí el tiempo va más despacio, y las tiendas son un poco de todo. Yo iba con la idea de comer algo así como fruta fresca, dulce, un buen trozo de melón sería ideal. Pero no había, y tuve que conformarme con otro tipo de frutas. Por cierto: una nectarina, una manzana –riquísima-, un ramo de uvas enorme, una botella de agua de litro y medio y una lata fría de Coca-Cola = 2,88 euros.

Como allí mismo, en un banco de piedra, ese “banquete”, del cual me sobró mucha uva y la manzana, que guardé para después. Proseguí mi marcha, que ya empezaba a ser más lastimera que otra cosa. A trancas y a barrancas llegué a Ribadeo, lo cual me animó mucho. ¡Era un hito alcanzar Galicia! Cruzar el puente sobre el río Eo es IM-PRE-SIO-NAN-TE. De hecho, no creo que lo vuelva a hacer ni en bici ni a pie. Tiene una altura… entre esto y lo del viaducto de ayer, vaya sofocos llevo…

Comienzo mi salida de Ribadeo, ánimo, ya sólo quedan 28 kilómetros, me despisto, consigo salir, hay una cuesta, me bajo y decido pararme a comer en la cuneta, bajo la sombra de un árbol estratégicamente puesto allí, el trozo del racimo que me sobró. En esto que viene un paisano y me dice: “Que aproveche”. Y yo: “Gracias, hombre. Aquí, buscando un poco de sombra” tratando de aparentar naturalidad, el tío tenía plantaciones de no menos de 20 especies distintas y no sabía si venía de buenas o de malas. Al final me espeta: “Parezme bien”. Uf…

Sigo andando, por supuesto. Había cuesta. La ruta oficial marcaba caminos y tenía pinta de muchos sube-bajas, y entre que yo estaba por acortar y me daba miedo meterme por caminos por lo que había pasado con los dichosos tornillos, decidí tirar por carretera. ¡La leche! Me di con un puerto largo y tendido, que a estas alturas me hizo bajarme varias veces.

Por fin, llegué a Lourenzá sobre las 17:15 h., después de haber salido a las 8:35 h. de la mañana.
Hoy jueves tampoco he comido de fundamento, sólo fruta, la verdad. Parece que ahora tengo  hambre ¡a ver qué tal ceno!


EL DÍA EN CIFRAS:

TOTAL KILÓMETROS DÍA: 83,14

TIEMPO INVERTIDO (Sin contar paradas): 6 h.26’01”

VEL. MEDIA: 12,92 km/h

TIEMPO TOTAL INCLUYENDO PARADAS: + 8 h. 40’



















KILÓMETROS TOTALES: 535,6


21 sept 2012

Mi Camino de Santiago. Etapa 5. Avilés - Luarca.


MI CAMINO DE SANTIAGO EN BICICLETA: LA RUTA NORTE (Bilbao-Santiago de Compostela)
1 al 8 de septiembre de 2012


DÍA 5.  Avilés – Luarca


Soto de Luiña. He decidido parar a comer. Voy cuadrado, no ando nada y parece que varias enormes agujas se clavaran en mis muslos a cada pedalada. Son las horas centrales del día, y paso calor. Tengo también los pies recalentados, no se acaban de hacer a las zapatillas nuevas.

Vamos a verlo por el lado positivo: la etapa estaba anunciada como la más dura junto con el tramo inmediatamente anterior a Llanes, que efectivamente coincidió con mi peor día hasta ahora.

Vamos a ver si se suavizan el perfil, la temperatura y el viento hace lo que todas las tardes, empezar a soplar hacia el Oeste.

Tengo el culo hecho fosfatina.



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Me había despertado a las 4 de la mañana, y no me volví a dormir. Por emplear en algo productivo el tiempo, y tras constatar que no servía de nada quedarme en el infumable catre-litera-piso superior que ocupaba salvo para incordiar a mis compañeros de albergue.

El albergue de Avilés es el más grande de los que había visitado. Su capacidad es de 100 plazas, de las cuales debía haber ocupadas unas 75. En cuanto llegué, me di cuenta de que iba a ser difícil poder organizar nada que tuviera que ver con el lavado y secado de mi ropa de andar en bici (sobre todo porque llegué tarde la víspera después de mi rodeo de 20 kilómetros), así que decidí meterla en una bolsa y utilizar otro juego de los que disponía.

Avilés tiene un casco histórico bastante potable, con zona monumental y peatonal. Tiene una calle principal y varias perpendiculares con zonas de regocijo y algún parque.

Se dio la circunstancia de que advertí una hermosa brecha entre la suela de una de mis zapatillas y la zapatilla misma, que auguraban un negro futuro si me empecinaba en continuar con ese pertrecho. Así que me vi obligado a esperar a la apertura del principal negocio de bicicletas de la plaza, “Ciclos Roxín”. Eso me hizo perder dos preciosas horas, las primeras de la mañana, y a pesar de querer relativizar el contratiempo, lo cierto es que ya anduve todo el día a remolque.

A eso se añadió que la orografía era asaz complicada, con numerosos vaivenes cuesta arriba y cuesta abajo, el calor que se iba notando, el cansancio acumulado… yo creo que todo ese cúmulo de factores hizo que me empezara a encontrar mal, hasta el punto de que me costaba incluso ingerir alimentos, lo cual me empezó a preocupar. ¿Sería una reacción de mi organismo ante el esfuerzo al que le estaba sometiendo?

Como interesante episodio que alivió un poco mi pesar, la visita a Cudillero, precioso pueblito con un bello puerto y típicos establecimientos donde reponer fuerzas, cosa que hice tomándome un bocadillito en uno de ellos. También pasé por la sucursal del Banco Herrero de la localidad,  donde pude departir amigablemente un rato con mis compañeros a la vez que sacaba algo de dinero.

La entrada en Cudillero, obligatoria, también te obliga a tener que remontar subiendo penosamente duras cuestas que transcurren por diversas callejuelas, siguiendo siempre las indicaciones del Camino. Alguna lugareña de bastante edad me dio ánimos mientras me indicaba la ruta a seguir.

Una vez retornado a la carretera general, decidí no salir más de ella. Pero también hubo lugar para una confusión. En lo que seguramente es una errata en la guía que llevé, por otra parte error mío ya que se advierte que puede haber actualizaciones y se recomienda su comprobación en una página web, yo, esperando la N634a, me salté la salida correcta (N632) y ello me hizo discurrir por un viaducto vertiginoso que tenía una altura considerable y que imponía una barbaridad. Cosa seria. Resultó que tal elección hizo que desembocara en la entrada de un tramo de autovía, obviamente prohibido para bicicletas, por lo que tuve que desandar lo andado desde mi equivocación. Total, entre este error y la entrada en Cudillero, invertí sobre unos 8 / 9 kilómetros más de lo previsible. Tampoco era nada definitivo.

A la hora de comer, como he dicho al comienzo del relato de la etapa de hoy, en Soto de Luiña, paré en un bar atraído por el consabido reclamo del “menú del peregrino”, reclamo en algunos casos un tanto fraudulento ya que el dichoso menú consiste en un plato con algo de chacina y poca sustancia de verdadero provecho para un cuerpo que está en constante ejercicio. La cosa es que hay que irse a algo a la carta más razonable, y dentro de las escasas opciones que había pedí una ensalada bastante nutrida y una carne guisada con patatas. Pues bien: la primera entró, pero de la carne apenas pude ingerir un par de pequeños trozos.

Continué mal que bien, y entre que eran las horas peores para pedalear y que no veía avance alguno en aquel pedaleo decidí descansar. Traté de buscar un lugar adecuado en algún sombrajo, que malamente encontré en un prado con cuesta. Allí desenrollé el saco de dormir de mala manera y me eché un rato esperando que el reposo me recuperara. No creo que sirviera de mucho, pero tras un rato allí tumbado volví a “la faena”. Había que seguir.

Poco más que contar. Más carretera y más sufrimiento en mi peor día. Primero el destino era Cadavedo, donde estuve cerca de quedarme a pasar noche, pero no podía permitírmelo si no quería perder la media necesaria para poder cumplir el objetivo de llegar a Santiago en 8 días. Había que llegar hasta Luarca. La carretera, ideal para trayectos en moto, era un calco de sí misma, con curvas enlazadas a derecha e izquierda, zonas arboladas y donde se sucedían las subidas y las bajadas.

Y Luarca llegó. Busqué en cuanto pude un hotel medianamente decente y lo encontré, muy céntrico y con buen precio -30 euros la noche por ser peregrino, dos estrellas-; lo que no pude conseguir a esas horas, cerca de las 8 de la tarde, es a nadie que me lavara la ropa y me la tuviera seca para la mañana siguiente. De hecho, me la tuve que lavar en el lavabo de la habitación, tanto la del día como la del día anterior que llevaba guardada sucia, y tenderlas utilizando ganchos elásticos a modo de tendedero improvisado en la propia habitación.

Cuando hube acabado la tarea, salí a dar un paseo y a buscar un lugar donde cenar; me llamó la atención que no hubiera demasiada vida en los restaurantes. Luarca es una localidad de primer nivel turístico que, imaginaba, tendría mayor bullicio. Por lo que se ve, eso era antes. No por el bello pueblo, sino por la dura crisis, seguramente.

En fin, lo bueno es que encontré acomodo enseguida y, dentro de mis dudas gástricas, me pedí un sándwich vegetal a la plancha –que me encanta- con una caña y… sólo pude comerme medio.

Me fui al hotel y conseguí conciliar el sueño sin mayor dificultad. Pero no estaba para escribir. De hecho, esta crónica la estoy escribiendo pasadas dos semanas de ese mi peor día en el Camino; entonces no tenía ni el tiempo ni la fuerza mental para hacerlo entonces.

Una curiosidad: me tropecé en el hotel con un “peregrino” con el que había coincidido en Comillas. Él hacía el Camino andando. Nos quedamos mirándonos… yo empecé a balbucear… a él le salió una risita nerviosa… hay tramposos en el Camino.


EL DÍA EN CIFRAS:

TOTAL KILÓMETROS DÍA: 85,48

TIEMPO INVERTIDO (Sin contar paradas): 6 h.13’25”

VEL. MEDIA: 13,73 km/h

TIEMPO TOTAL INCLUYENDO PARADAS: + 9 h.

KILÓMETROS TOTALES: 453





Mi Camino de Santiago. Etapa 4. Colunga - Avilés


MI CAMINO DE SANTIAGO EN BICICLETA: LA RUTA NORTE (Bilbao-Santiago de Compostela)
1 al 8 de septiembre de 2012



El día fue bastante distinto al de ayer; el terreno, mucho más escarpado, tuvo bastante que ver en ello.

Madrugué bastante, y a las 7:55 h. ya estaba sobre la bici y desayunado ¡menos mal que pillé un bar abierto en Colunga!

El Camino se aleja de la comunicación más directa por nacional, y te dirige por carreteras secundarias con buen asfalto, cosa que tampoco daba la sensación de tener que hacer más kilómetros. Pero una cosa es eso y otra que sea fácil. Ya desde el inicio se veía que aquello iba a ser cosa de pocas bromas. Sensación de no avanzar, mucho paisaje bucólico, y darse cuenta de que, a pesar de llamarse Camino del Norte, ello no quiere decir que discurra paralelo a la costa. De hecho, hoy fui bastante hacia e interior… para volver a la costa. Como dificultad montañosa más importante, el Alto de la Cruz, antes de un pueblo que se llama Peón (!), y que según la guía tiene 400 metros de altitud. La guía marcaba 5,6 kilómetros pero a mí me salieron más de 7. Me tuve que bajar de la bici, cosa que ya he aceptado sin complejos cuando la ocasión lo requiere. Tampoco se va mucho más despacio…

Por fin, tras ese alto y otro más suave llego a Villaviciosa. Allí me encuentro por casualidad con una cliente del Banco, nos saludamos afectuosamente y compartimos un café. Me cuenta que dejó la vida en Bilbao para irse a vivir con su chico en una aldea próxima rodeada de silencio.

Tras ese paréntesis que duraría unos 20 minutos o media hora, continúo perezosamente el trayecto, ya asumido que el ritmo iba a ser muy flojo. En Villaviciosa se ha de tener sumo cuidado con las indicaciones, ya que es muy fácil despistarse. Gracias a la guía que llevo –menos mal que decidí meterla en el equipaje, a pesar del sobrepeso- tenía indicado, punto por punto, cruce por cruce y referencia por referencia qué es lo que debía hacer. Eso me obligó a parar no menos de 4 o 5 veces para cerciorarme de que todo iba bien. De todos modos, los parajes por los que discurre el Camino en esta zona compensan los inconvenientes.

A partir de Villaviciosa vino el Alto de la Cruz, que ya he comentado, y el otro. En más de 4 horas sólo había hecho ¡30 kilómetros! Media de 7 por hora.

Muy justito de fuerzas llegué a Gijón, donde por motivos sentimentales de afinidad quise ir a sacar unas fotos al estadio de El Molinón para mandárselas a mis hijos. Por cierto, con la remodelación han desintegrado el encanto que tenía ese campo, ese sabor a campo de fútbol de ley. Ahora es un centro comercial más, donde a veces se celebran partidos. El diseño, con líneas angulosas y colores oscuros, no me gustó nada. En fin, es una opinión.

Había que buscar un sitio para comer. Eran como las dos y media. Me preocupé de seguir la ruta marcada por la guía –muy bien otra vez- que por otra parte no presenta dificultad, ya que sigue arterias principales de Gijón. La hora, la regulación de los semáforos y el escaso tráfico permitieron que atravesara la ciudad con cierta rapidez. Mientras tanto, iba mirando de reojo sitios donde podía pararme a comer. Es curioso cómo, en el centro o en zonas aparentemente más nobles, proliferan los establecimientos tipo franquicia, y en los arrabales los bares-cafeterías con pinta de más añejos, clásicos, no sé cómo definirlos. Fue en uno de éstos, una vez enfilada ya la salida hacia Avilés, donde di con el sitio adecuado: tenían un menú con macarrones, condición “sine qua non” para que parara.

Resultó que pude comer tranquilo mientras no perdía de vista a la bici, aparcada en la acera, y tuvieron la amabilidad de prepararme de 2º plato un par de filetes de pechuga de pollo, que no entraban en el menú. A estas alturas, ya he llegado al convencimiento de que la alimentación es crucial para que tengas un día bueno.

Bien, después de despedirme la cosa era fácil: 18 o 20 kilómetros hasta Avilés tranqui-tranqui y a descansar. Pero a la altura del cruce con la carretera de Luanco (de hecho, 100 metros más allá) una atracción irresistible tiró de mí para tomar esa dirección. ¿Por qué? Porque por allí se va al Cabo de Peñas, lugar paradisíaco que había visitado hacía muchos años y que quería volver a ver. Al atravesar las penalidades de la mañana me había dicho que iba a ser en otra ocasión, pero empecé a contemplar otras posibilidades (alojarme en Luanco e ir en taxi ida y vuelta -16 kilómetros- al Cabo de Peñas…) y, como es habitual en mí, iría improvisando a medida que se acercara el momento de decidir.

La carretera, que también va a Candás, es mala para el cicloturista: el arcén está sucio; los coches, abundantes, van a mil por horar, se suceden las rampas con doble carril y también hay túneles… una miseria, vaya.

Pero fui, piano piano, no tenía otra cosa que hacer (empiezo a sentirme una especie de Forrest Gump en versión ciclista) y aparentemente había horas suficientes de luz. No obstante, iba fijándome en los diferentes y numerosos hospedajes, alojamientos, hoteles, casas rurales… esa zona tiene una oferta más que numerosa.

Con más pena que gloria conseguí llegar al Cabo de Peñas, tras creo que unos 20 kilómetros desde que había tomado el desvío. La vista mereció la pena. La inmensidad del mar en estado puro –y eso que estaba tranquilo-, el no poder abarcarlo con la mirada, el sonido de las olas… hay que vivirlo para sentirlo. Hice un montón de fotos y algún pequeño vídeo, y me dispuse a volver. Como había visto una señal de 16 kilómetros a Avilés desde un punto distante 2 kilómetros, todo en bajada, desde el Cabo de Peñas, pues me dije: adelante. Y la ruta fue bastante más benévola, con toboganes pero sin esas penosas cuestas interminables, y sobre todo por una carretera (la que va por Verdicio) mucho más bonita, amén de menos transitada. ¡Hasta mañana!









EL DÍA EN CIFRAS:

TOTAL KILÓMETROS DÍA: 102,53

TIEMPO INVERTIDO (Sin contar paradas): 7 h.44’16”

VEL. MEDIA: 13,25 km/h

TIEMPO TOTAL INCLUYENDO PARADAS: + 11 h.

KILÓMETROS TOTALES: 367,4