12 oct 2008

San Asensio 2008

SAN ASENSIO 2008


Crónica de la Bilbao-San Asensio del 21-09-2008


Iniciamos la jornada a eso de las ocho menos cinco, bastante puntuales. El más perezoso fue Mikel Zuazo, que al parecer había tenido una experiencia con la noche que le había confundido un tanto, asunto que le hizo dormir menos horas de las necesarias y que mermó el necesario rendimiento sobre la bicicleta. Con buen humor como siempre, iniciamos la bajada de Bolueta; yo al final, ya que al principio fui con un chaleco reflectante puesto haciendo de capitán de cola ya que el día apenas despuntaba y los coches aún iban con los faros encendidos. Un oficio resignado pero necesario hasta que abriese el día.

Pasé frío al principio, por el fresco y porque al pasar por el valle de Ayala –Orozko- había niebla y rocío, lo que me afectó los pies. Luego, en Baranbio –pie del puerto de Altube- me quité el chaleco y ya pude ir a mi ritmo normal. Estaba de los últimos, con Javi, y pronto se presentó uno de los nuevos este año, Iñaki, conocido de Joseba, el presi. Iñaki ya anticipó buenas maneras, y lo corroboró en la subida, donde no se escondió, y quien a partir del puente sobre la autopista se puso en bailón y, a su tran-tran, se me fue para arriba. Yo ya andaba por 170 pulsaciones, así que lo di por perdido. Me puse un ritmo y llegué arriba calculo que a unos 15 ó 20 segundos de él.

Tras descansar, bajé a por el último, que resultó ser un grupo de unos cinco con Juanma, Mikel, Padilla, Iñaki Barrenechea y no sé si algún otro.

Desde el alto iniciaron la marcha los dos hijos de Joseba e Iñaki Ibeas, que la víspera había estado de boda, habiéndose acostado a las cinco y pico de la madrugada.

El llano hasta Izarra genial, ya veíamos sol y parecía que nos iba desentumeciendo un poco y alegrando la jornada. Posteriormente, tras Izarra y los pueblos de la zona –cuyo nombre no recuerdo- fuimos rodando muy tranquilos, tratando de hacer grupo y disfrutando de carreteras estrechas pero tranquilas y en buen estado.

Llegamos a la parada. Pastelillos de hojaldre, de arroz, plátanos y Coca-Colas. Fenomenal la logística.

Tras unos veinte minutos largos, reemprendemos la marcha por una variante sobre el recorrido de los últimos años. Sigue siendo una carretera estrecha pero también bien asfaltada. De repente, en la parte de atrás del grupo se oye un ruido muy feo y de inmediato un fuerte rasponazo de algo metálico contra el suelo; es Javi, el hijo mayor de Joseba, a quien al ponerse de pie sobre la bici se le ha roto el eje del pedal derecho, perdiendo el equilibrio y yendo a parar a la cuneta derecha. Por suerte, el percance no pasó de un buen susto y un arañazo en la pierna.

Lo malo es que esa bici ya estaba inutilizada –o casi- para el resto del trayecto, ya que como digo tenía el eje de un pedal partido, con un trozo aún insertado en la biela. Joseba decidió hacerse cargo de la bici averiada cediendo su Kuips a Javi. A partir de ahí, todos nos mostramos voluntariosos para remolcarle a Joseba a la vez que éste trataba de pedalear con un solo pie. A todo esto, el autobús se había ido y el siguiente punto de encuentro podía estar a unos 10 ó 15 kilómetros.

Así fuimos avanzando, hasta que en una recta después de una bajada, Aitor, el segundo hijo de Joseba, al tratar de impulsar a su padre por la espalda coincidió con una pedalada de éste, se giró el manillar del chaval y se fue al suelo. Joseba estalló en cólera, imprecándole y diciendo a todos que le dejáramos en paz. Yo creo que se asustó al ver caer a su hijo, que era la primera vez que venía en bici a San Asensio.

El resto del trayecto hasta el autobús lo hicimos bastante bien, Joseba ayudado por el experto brazo de Ibeas, que en sus tiempos mozos de corredor aficionado ya tuvo que soportar vicisitudes de esta índole.

Una vez en Miranda de Ebro nos dirigimos a través de un polígono industrial a la carretera de Haro, último tramo de la jornada y donde vuelven a quedarse atrás enseguida Padilla y Barrenechea. Zuazo pasa adelante para decir que vamos a esperarles. Así lo hacemos, yendo despacio, pero aun así pasan los kilómetros y los susodichos siguen sin venir. La inercia hace que poco a poco el grupo vaya tomando velocidad, y nos vamos organizando un poco. El día está siendo fantástico, por fin ha abierto y además parece que sopla algo de viento a nuestro favor. Delante tiran Iñaki y Aitor, que creo que está enrabietado por haberse caído y por la bronca que le ha echado su padre –es normal, tiene 18 años-. Aitor me suscita una cierta camaradería, se le ve impulsivo, con el insolente arrojo de la juventud; en algún repecho donde, típico, salta alguien haciendo ademán de querer irse para provocar al personal, enseguida pica y responde, llegando a irse junto con Iñaki en un repecho largo.

Es una carretera lisa, ondulada, con rectas y tráfico, aunque un ancho arcén. El viento, como digo, nos ayuda, así que sin quererlo vamos tomando velocidad. Deben faltar como unos 20 kilómetros para llegar, y por un lado quiero esperar a los rezagados pero por otro no quiero desaprovechar la oportunidad que tengo de exprimirme un poco los kilómetros que nos queden hasta llegar. Por tanto, acordamos que también es bueno irse por delante y llegar antes para evitar aglomeraciones en la ducha, así que… ¡banzai!

Pasamos a relevar Iñaki, Javi y yo, según tramos podemos ir a 35, 40, 42/43… lo ideal sería ir turnándonos así, un ratito en cabeza cada uno, sin desfondarnos. Es una gozada.

La cosa es que Aitor, que estaba allí, decidió hacer la machada, y descompuso todo. Dio un relevo bestial, como de kilómetro y pico, y nos puso a todos (al menos a mí, que iba tras él) con el gancho. Mostraba una fuerza demoledora. Había metido no sé cuánta tranca, creo que toda, en la Pinarello Prince “réplica Caisse D’Epargne” de su padre, y yo con dos o tres coronas menos y detrás de su enorme corpachón iba a más de 160 pulsaciones. Como para relevar.

¿Qué pasó? Que llegó el siguiente repecho largo, y como Aitor aún tiene quizás más fuerza explosiva que fondo, pagó la inexperiencia y le vi desfondarse primero subiendo coronas, y luego apartándose a la derecha jadeando como un búfalo dejando que yo pasara, cosa que hice pasando a tirar del grupo pero sin volverme loco. ¿Grupo? ¡¿Dónde estaba el grupo?! Había hecho una escabechina tal que ya sólo quedábamos Iñaki y yo, y fijaos cómo se había vaciado él que ni siquera fue capaz de engancharse a cola. En fin.

Claro, nos habíamos quedado dos y, dado lo poco que faltaba, seguimos a relevos Iñaki y yo hasta San Asensio. Javi Elorduy luego nos contó que hizo un esfuerzo enorme por coger a Aitor, y cuando por fin le tenía, éste sacó de nuevo su vena competitiva y le demarró volviéndole a dejar, hasta meta. ¡Que no es una carrera, chaval! Bueno, no pasa nada. Cada uno se lo toma como quiere y la tarde estuvo llena de chascarrillos. Buen rollete ante todo.

Por mi parte, le di la oportunidad a mi compañero del día de esprintar si lo deseaba, ya que no controlaba dónde estaba la llegada, pero no quiso. Por lo que llegamos de la mano, literalmente, levantando yo la suya al ser el vencedor moral. Había demostrado ser el más fuerte. Sus relevos fueron más contundentes, firmes y sostenidos que los míos. ¡Enhorabuena, Iñaki! Javi, el hijo de Joseba, estaba esperándonos cámara en ristre para inmortalizar el momento.

Una vez más, el día se me ha hecho cortísimo. He pasado un día inolvidable.


¿Se notan las caras de felicidad?


Los héroes de la jornada