15 ene 2010

Generación capucha

Un día cualquiera. 9:30 de la mañana. Una calle cualquiera de Bilbao con su endémica estrechez; yo, parado de pie junto a mi moto, trato de aparcarla mientras un chico de no más de 20 años dentro de un Ibiza amarillo viene hacia mí, abandonando su carril y dando un quiebro para evitarme. Suena en su coche algo parecido a rumba rockera, por supuesto a un volumen muy alto. Tiene una capucha puesta. La ventanilla ligeramente bajada, para dejar escapar el humo de un porro que, insolentemente, se está fumando mientras conduce. Luego se aleja. Yo, perplejo, me pregunto por qué me tengo que jugar mi integridad física de una manera tan absurda. Por qué nadie está ahí para prenderle en ese mismo momento, para darle un buen escarmiento. Los integrantes de la generación capucha son jóvenes no sé si rebeldes (con causa o sin ella), marginados o qué. No sé por qué se tapan, si esa caperuza es un signo de distinción –mejor dicho, para distinguirse, ya que la distinción es otra cosa- o si son unos inadaptados sociales. Francamente, no me importa. Lo que sí sé es que de un tiempo a esta parte están proliferando. Pantalones caídos, mirada perdida, ausencia de iniciativa. Dejarse llevar. Quizás sea la ausencia de futuro.
Publicado en El Correo el 23/01/2010, sección "Enlace"

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