830 kilometrazos. No sé qué decir. Probablemente haya algo de inconsciente en este hecho.
La cosa es que, cuando uno sale, lo hace sin pensar en cuántos kilómetros saldrán. Simplemente quiere disfrutar del día y de la moto, y si acaso conocer alguno o algunos de los sitios o de las rutas que se ha propuesto, de esas que aparecen sombreadas en verde en los mapas.
Mi intención era conocer la Asturias interior que no conocía, y quizá, quién sabe si hacer noche y continuar al día siguiente, ya que sabía que la empresa era ambiciosa.
Para empezar a hablar, había que ir del tirón hasta Unquera, por autopista, menos motera pero imprescindible si se quería llegar a lo demás.
Todo empezó magníficamente bien, hasta que cuando llegué a la última parte del primer puerto (San Glorio, 1.609 m), el día se fue cerrando, la niebla echando y la nieve creciendo en las cunetas. Para rematar la cuestión, llovía.
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Subiendo San Glorio. Aún me las prometía felices. |
Lo que iba a ser un plácido día de curvas se estaba trastocando drásticamente. La cosa ahora era subsistir, poner toda la atención en la carretera y ya pensaría en el resto de la jornada una vez salido de esa ratonera.
La "bajada" hasta Riaño apenas es tal; estamos en la meseta y la nieve en los costados, la niebla y la lluvia continúan. Continúo yo también como un autómata sin pararme en el descomunal embalse: ni la luminosidad del día era propicia ni mi ánimo era el mejor para parar a sacar unas fotos que seguramente no aportarían gran cosa.
A la salida de Riaño llegó la primera novedad: la comarcal CL-635, que me hizo reconciliarme con mis duendecillos. Amplia, diáfana, fenomenalmente asfaltada y ¡seca! Las curvas eran amplias y ¡oh, loado sea el Creador!, volvía a disfrutar.
A medida que la cosa subía (pendiente leve, os recuerdo que estamos en la meseta), vuelve a aparecer el blanco en los costados, y el frío en mi organismo. Había calado algo de agua por las mangas y quizás por las botas, y me volví a preocupar. Pero lo peor fue cuando llegué arriba (1.490 m.); nada más ponerse cuesta abajo, la carretera se convirtió en un bochornoso remedo de pista semiasfaltada, rota, llena de baches y estrechísima. Las curvas eran de 20 por hora, y de vez en cuando aparecían sospechosos montoncitos de grijo oscuro en mitad de la trazada. Encantador todo. Pues a dedicarse a ello, y a descontar kilómetros a ver cuándo acababa la pesadilla.
Eso sucedió a los veintitantos kilómetros, creo, y a esas horas uno ya no pensaba más que en buscar un lugar para comer y acomodarse lo más mínimo.
Tuve la suerte, guiado por mi GPS, de ir a parar a un bar más que digno en Pola de Laviana, donde por 8,50 € me dieron un plato todo lo lleno que yo quise de lentejas, unos escalopines de verdad, con salsa roquefort (aparte, para que yo me eche lo que quiera), una "tarta de la abuela" riquísima y encima el café. Todo esto atendido amabilísimamente, como siempre me sucede cuando voy a Asturias.
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Las lentejas. |
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Los escalopines. |
Recargadas las pilas y más abrigado por dentro, en sentido literal y también por la estupenda comida, continúo con un plan que había concretado un poco más poniendo el mapa sobre el mantel de mi mesa de comedor. Iría por más rutas "verdes" hasta Pola de Somiedo, en pleno parque natural, pasando primero por Cabañaquinta (¡sí que tiene que estar lejos, con ese nombre!), Ujo, Pola de Lena y el Desfiladero de Teverga.
Ya la primera parte, los 18 kilómetros que hay desde Pola de Laviana hasta Cabañaquinta, supuso tomar una carretera muy estrecha y que de "verde" tenía poco, o a lo mejor era yo que me estaba volviendo muy exigente.
De Ujo a Pola de Lena muy bien, precioso paisaje y preciosa carretera, de esas que invitan a girar la cabeza para ver las casas, los prados y las gentes de alrededor.
Después de Pola de Lena empiezo a subir un puerto y se suceden las rampas del 12%. ¡Pues vaya con el puertito! Mi moto y yo vamos tranquilos; ambos sabemos que tenemos una edad y no queremos sobresaltos.
Encadenamos series de rampas, y cuando se acaban, ¡otra señal del 12%! Pienso para mí que sería bueno que trajeran por aquí a los ciclistas de la Vuelta a España, aunque el paisaje no es muy allá: no hay árboles en las cunetas.
Cuando llego arriba, tonto de mí, veo que se llama La Cobertoria.
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Alto de La Cobertoria |
Bajamos a un pueblo que se llama Bárzana y, al poco, empiezo a circular por una carretera que es un calco al Desfiladero de La Hermida; enormes columnas pedregosas a ambos lados de la carretera, que parece estrecharse a su paso junto a esas moles, redes metálicas para acoger desprendimientos, y lo que es mejor, una senda vallada que discurre paralela a la carretera y al río. En algún momento veo un cartel que pone "La senda del oso". Pues cualquiera se anima...
Y aquí se acabó la luz. O sea, que oscureció. Y con la luz yo creo que se fue mi escaso discernimiento, de modo que ya decidí incluir el término "A casa" a las escalas que había introducido en el navegador, y dejarme llevar.
La cosa fue que, cuando me di cuenta, estaba subiendo oooootro puerto largo, frío y estrecho, pero además éste estaba oscuro. Vuelta a poner el piloto automático (no tengo idea de cómo uno puede estar tanto tiempo atento, os lo juro) y a descontar kilómetros esperando que aparezca algo, alguna señal, algún signo de placidez rodable.
Ejem, más allá de eso, cuando el puerto se acaba (La Ventana, 1.587 m.), veo que aparecen signos (señales) indicadores de León. ¡¡¡¿QUÉÉÉ?!!! Pero no podía dar marcha atrás, eso va en contra de los Laguna. Creo que también marcaba Villablino. Igual no era tan malo.
Reprogramé el GPS y, le puse "vía más rápida" en vez de "vía más corta". Además, le di permiso para pisar autopistas. De peaje no, hasta ahí podíamos llegar.
Bueno, pues al hijoputa del Garmin (a alguien hay que echar la culpa, ¿no?) ¿no te jode que se le ocurre llevarme por oooootro puerto de mil quinientos y pico metros estrecho, mojado, con nieve a los lados y niebla en el ambiente? Collada de Aralla (1.536 m.), para el que no se lo crea. Ya no sabía si iba a salir a Villablino o a Cacabelos. A ver si aparece la señal de León, decía yo, para por lo menos pisar autopista y poner la moto a 120.
Pues no. Cuando la enésima carrestrecha (me acabo de inventar el término) se acabó, llegué a un cruce donde ponía Oviedo para un lao y León para el otro, para la derecha. Dijo Garmin que por Oviedo era más rápido, pues nada, hijo, a estas alturas no te voy a contradecir.
Pero el día no iba a terminar sin saciar mi sed de puertos: aún me quedaba Pajares (1.379 m.), que me proporcionó su sana ración de frío, niebla y humedad asfáltica.
El resto es aburrido; un plácido descenso hasta Mieres y Pola de Siero, y de ahí por la "pista" hasta Bilbao, donde llegué a las once y cinco de la noche. Exactamente trece horas después de haber salido.
No os he puesto fotos de carreteras nevadas porque, sinceramente, no tenía moral para parar a sacarlas. Además, hubieran salido movidas del tiritón.
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¡¡Mi reina!! Bueno, mi otra reina ;-) |
¡¡¡VIVAN LAS MOTOS!!!